Publicado el marzo 20, 2020

La resistencia se gestiona en colectivo: pláticas desde las diversidades

Default Image

 

Por: Évora Barreiro, consultora para el acompañamiento de copartes del Programa Mujeres y Justicia Ambiental

 


“No fueron los lugares, fueron las personas. Muchas historias, colores y luchas, pero el mismo propósito: aprender de nuestras diferencias, fortalecer lo que nos une por la defensa de nuestros territorios, el medio ambiente y nuestra madre naturaleza.” 

— Catarina Bernal Brito, Asociación Q’Imb’Al, Guatemala


 

Photo credit: Pavel Martiarena, TierrActiva Perú

Hablar sobre la defensa del territorio y los bienes comunes naturales que nos sustentan como especie, nos lleva a una nueva narrativa liderada e impulsada por mujeres jóvenes que a partir de una genuina implicación política e ideológica, están en la primera línea de la defensa de los territorios, impulsando e inspirando a los movimientos desde otras miradas, conectando lo humano, lo natural y espiritual, vinculando feminismo y ecologismo en una narrativa que entiende el territorio como un mismo Cuerpo y Tierra que nos constituye, nos sostiene y nos une.

En octubre 2019 en las latitudes Sur de este continente se dieron dos espacios, uno en Chile y otro en Perú, donde confluyeron mujeres de toda América Latina y el Caribe para abordar los aspectos claves y las alternativas que las organizaciones de mujeres jóvenes han puesto en práctica como medidas de resiliencia y de resistencia ante las múltiples violencias que nos azotan.

En un mismo mes, en territorios cercanos tuvieron lugar el Campamento “Ayni Climático” en Chile y el Encuentro de Mujeres y Biodiversidad, como parte del III Congreso de Áreas Protegidas de América Latina y el Caribe (más popularmente conocido como CAPLAC) en Lima, Perú.

En retrospectiva, algunos meses después conversamos con Yoseling, Maudy, Andrea, Catarina, Luz Marina y Raquel sobre su participación, sus reflexiones más íntimas, las que vienen desde las entrañas y al paso que las vamos escuchando nos emocionan; con ellas hemos platicado desde las diversidades y de cómo la resistencia se gesta en colectivo

Las organizaciones de las que hacen parte y desde donde se organizan son Copartes del Programa de Mujeres y Justicia Ambiental, del FCAM en Centroamérica, desde 2016.

 

Photo credit: Pavel Martiarena, TierrActiva Perú

Yoseling Guardado, integrante de La Colectiva Feminista de El Salvador

 

El Ayni en las culturas andinas se refiere a la reciprocidad y apoyo mutuo, y se construye sobre las sinergias entre el mundo humano, natural y espiritual. En pocas palabras, ¿qué significó para vos participar en el Campamento “Ayni Climático”, en Chile?

Fue como una mirada nueva y diferente de ver los bienes naturales, porque este sistema capitalista y extractivista nos ha metido en la cabeza que los “recursos” son para satisfacer nuestras necesidades y no para convivir con esos bienes. Conocer posturas de diferentes personas con cosmovisiones e interpretaciones distintas de lo que es la vida, de lo que es la reciprocidad con la tierra, con el agua, con el aire, con las conexiones que las personas tenemos, significó un aprendizaje, un cambio de mirada con respecto a los bienes naturales y me permitió interiorizar un poquito más la vivencia de las luchas. Aunque el tejido de lucha es diferente en muchos aspectos, siempre tenemos un punto en común y siempre va a ser la defensa de los bienes naturales.

 

¿Sentiste que hubo algo de diferente con relación a la participación en otro tipo de espacios de los movimientos de mujeres y ambientales de los que has sido parte

Sí. Primero, todas las personas que estábamos ahí éramos jóvenes, mujeres y hombres de realidades bastante diferentes, urbanas, rurales…, pero lo más bonito fue hallar un punto de encuentro entre las diferencias. A eso hay que añadir la espontaneidad, la reciprocidad que se generó y la autonomía que tuvimos (no estabas obligada a participar en todo lo establecido), a la vez que contábamos con el espacio y la libertad para guiar un taller, compartir o platicar con quien quisieras. Eso fue diferente, bonito y muy valioso a la vez.

 

Photo credit: Pavel Martiarena, TierrActiva Perú

Maudy Ucelo, joven xinka activista de Xalapán y de la Asociación de Mujeres Xinkas de Santa María de Xalapán – AMISMAXAJ, Guatemala

 

Esta fue para vos una experiencia cargada de muchas emociones: era la primera vez que viajabas fuera del país y además facilitaste la invocación de apertura del campamento en donde había compañeras y compañeros de diferentes países de América Latina. ¿Qué sentiste a nivel personal? ¿Qué supuso para vos este encuentro como mujer, joven xinka y como defensora de los bienes comunes?

Como mujer joven me sentí muy emocionada por estar allí, en un espacio internacional, representando a las mujeres jóvenes de AMISMAXAJ. Fue algo inexplicable y hermoso, aunque sentí un poco de nervios porque nunca había hecho yo sola la invocación y además estaba fuera de mi región, de mi país, de mi cultura y de mi organización.

En el momento de la invocación sentí que las energías se encarnaron en mí y que no era yo la que estaba hablando, sino la suma de las energías de mis antepasadas que expresaban lo que es nuestra cosmovisión xinka.

 

¿Y para AMISMAXAJ?  

Vine y traje mucha información que nos ha ayudado con la organización y con las compañeras. Ahí me di cuenta de que no solo nosotras estamos luchando por algo en común, sino que somas muchas/os jóvenes en diferentes lados. Siento que en Guatemala no siempre están conectadas o se visibilizan los aportes de jóvenes que participan en espacios de lucha por el bien común y eso es algo preocupante. A veces me siento mal, ¿cómo es posible que solo algunas, que somos tan poquitas, hagamos el cambio en pequeñosespacios? Ver y conocer gente de otros países representando otras organizaciones me llenó de mucha fortaleza y me dio ánimo para seguir luchando en la defensa de nuestra Madre Tierra.

 

¿Las otras experiencias son muy diferentes a lo que conocías o a lo que viven ustedes en Guatemala? ¿Hay alguna vivencia o historia del Ayni que te haya llamado mucho la atención?

Me sentí identificada con varias compañeras de Colombia, Perú y Paraguay. Las experiencias que más me impactaron fueron las de Perú, donde las organizaciones de jóvenes están liderando procesos muy potentes de resistencia en contra de la minería, automáticamente me vino a la mente cuando nosotras teníamos el confrontamiento con la minera y cómo convocamos y organizamos el plantón en Santa María de Xalapán.

Y aunque nuestros territorios son distantes, tenemos tanto en común, no solo en la lucha por la defensa de la tierra sino en la defensa de los derechos de las defensoras; y la de Bernarda de Paraguay (antes de continuar, hay un silencio). Ella sufrió con su familia criminalización y persecución directa, por su defensa de la Madre Tierra en contra de una empresa minera, teniendo que huir a un país vecino donde le dieron alojamiento. En mi caso y en el nuestro como AMISMAXAJ no se llegó a ese punto. Lo que más me sorprende es que Bernarda no tiene miedo, seguirá luchando y dará la vida por la tierra y por el bien común, no solo de ella sino de todas. Eso es admirable y me llena de fuerza, en el sentido de que me voy construyendo en la medida que voy adquiriendo experiencia en la organización, en mi comunidad, en mi casa y a partir del compartir, y escuchar las experiencias de mis compañeras y tocayas.

 

Photo credit: Pavel Martiarena, TierrActiva Perú

Andrea Paz, joven estudiante, parte del Foro de Mujeres por la Vida, Honduras

 

En una frase: ¿Qué fue lo que más te llamó la atención de participar en el Campamento “Ayni Climático?

La diversidad, el tener consensos desde esa diversidad y saber que la asumimos desde la práctica histórica de los pueblos originarios, reconociéndonos como parte de esta América con raíces, con pueblos ancestrales y con tanta riqueza.

 

Como mujer joven y defensora en un contexto difícil como el de Honduras ¿sientes que tienes más herramientas para tu trabajo después de haber participado en este encuentro? 

Claro que sí. Es importante saber que personas de diversas realidades y países estamos luchando por la dignidad de las personas y que sobre los bienes naturales podemos tener consensos y construir una mínima constituyente (así fue como decidimos llamarlo durante el Ayni) desde donde regir los diferentes aspectos.

Hablábamos sobre lo más profundo para nosotras como jóvenes: el respeto y el reconocer la diversidad de la naturaleza y de las culturas, de nosotras como organizaciones, de los pueblos y cómo esto genera esta fortaleza. Fue una práctica importante, también, reconocer toda la experiencia que puede tener la juventud, las energías, las ganas de tener un país, una región y un mundo totalmente diferente a estos proyectos extractivos y saqueadores. Le estamos apostando con el corazón, con la razón, con la cabeza fría y tenemos claridad sobre nuestra lucha, aunque no exista la completa claridad sobre los caminos que estamos siguiendo. Pero sí hay algo sobre lo que tenemos certeza y es que queremos un mundo diferente y tenemos la responsabilidad de actuar, de hacer algo. Yo creo que reconocer eso fue muy importante.

 

El Foro de Mujeres por la Vida es un espacio que aglutina diferentes organizaciones de base comunitaria de mujeres, incluyendo mujeres jóvenes y por lo tanto, las acciones de resistencia e incidencia política son muy variadas en dependencia de cada contexto local. ¿Hay algo que hayas vivido en el Ayni que sea muy diferente a lo que ustedes vienen haciendo y que te gustaría poder ponerlo en práctica con el Foro?

Nosotras tenemos que reconocer que tenemos bastantes debilidades en nuestras prácticas artísticas. Generamos nuestros mandalas y conversatorios sobre nuestras ancestras, pero tenemos profundas debilidades en escribir sobre estas mujeres, en investigar más, en recordar cuales fueren sus caminos y traerlos hacia nosotras. Hubo algunas cosas que nosotras (acá en Honduras) todavía no lo hemos hablado mucho, como son los mecanismos de reutilización de la basura o la incidencia hacia los organismos internacionales que están tomando decisiones sobre el cambio climático, sobre el medio ambiente. Aunque sí le apostamos mucho a la incidencia nacional, tenemos que pensarnos más allá, como por ejemplo, los procesos de investigación hacia los organismos internacionales que están tomando decisiones. Me gustaría poner en práctica algunas técnicas que mencionaban en el Ayni para recoger la memoria histórica, para la sistematización de las luchas como técnicas sobre cómo escribir nuestra historia.

 

Photo credit: Pavel Martiarena, TierrActiva Perú

En Honduras y en los territorios donde trabajan se ha construido un modelo de desarrollo que expulsa a las personas de sus hogares porque ya no tienen como subsistir.  ¿En el Ayni conociste experiencias que apuestan por un modelo de producción respetuoso y sostenible, crees que es muy diferente de lo que promueven y demandan las mujeres hondureñas?

Claro que no. Esa es nuestra lucha, construir un proceso político respetuoso en todos los sentidos con nosotras y con la naturaleza, cuidarnos y cuidarla porque es la que nos alimenta y con la que tenemos nuestra mayor conexión. Subsistimos porque subsiste la naturaleza, la tierra, las energías espirituales… y subiste por ende todo a nuestro alrededor. No es muy diferente.

Nuestro país está en una depresión colectiva por decisiones equivocadas ante los procesos de lucha y se han cometido errores que nos están costando mucho. Después del golpe de Estado (2009) surge un movimiento de resistencia muy fuerte donde nosotras, las mujeres inyectamos muchísimo esfuerzo, sin embargo, la canalización de estas energías se desvío en una modalidad lejana a nuestros sueños y finalmente tenemos un país deprimido. Esa depresión lleva también a decepcionarnos de la realidad en la que vivimos y a que miles de familias tengan que huir y emigrar. Y no es otra, sino que es nuestra gente, nuestra familia, nuestras hermanas, primas, tíos que se están yendo porque no tenemos un espacio donde crecer, donde trabajar, donde estudiar lo más básico, sin oportunidades para alimentarnos.

Sí, es cierto que tenemos una historia muy larga y muy fuerte de migración, claro que sí, pero el nivel de corrupción, de violencia contra nosotras, contra las juventudes… ha llegado a niveles escandalosos e insoportables y tenemos nuestras mismas compañeras de organización yéndose. Nosotras contamos con un proyecto político que recoge todos estos sueños, pero la realidad también es bastante agobiante. Quienes nos quedamos estamos obligadas a asumir proyectos mucho más respetuosos, más fuertes, pero desde la soledad, porque nos estamos quedando muy pocas. El camino es tener propuestas distintas porque sabemos que este modelo prácticamente no sirve, colapsó y solo funciona para seguir sosteniendo a los sectores que se benefician.

 

¿Qué aprendizajes te deja el Ayni de cara a aunar esfuerzos de los movimientos de mujeres y ambientalista en Honduras?

Yo creo que hacemos muchas cosas similares, aunque reconocemos procesos distintos. Logramos conectarnos, lo reconocimos. Tenemos objetivos para que la juventud, las mujeres y la diversidad estemos presentes y seamos protagonistas directas de estos procesos de lucha. Discutimos sobre el movimiento feminista, sobre el movimiento de la diversidad LGTBI y sobre cómo esta diversidad nos conecta de manera muy profunda, hasta la médula de nuestros cuerpos con toda la naturaleza, con la tierra, con la vida en general, al fin y al cabo, el objetivo es defender nuestras tierras, nuestro hogar y construir un modelo diferente.

En los últimos tres años se han venido conectando mucho más fuerte ambos movimientos, convergiendo, con una transcendencia sobre los derechos de las mujeres y los derechos de nuestros cuerpos, y una conexión con los movimientos de mujeres que luchan por la tierra, por la naturaleza, por los bienes naturales y comunes. Estamos caminando en este sentido. Aunque hay mucho todavía por hacer y prácticas que hay que retomar con mayor fuerza, como el producir lo que nosotras comemos, como dejar ya de seguir siendo parte de modelos de monocultivo y al mismo tiempo promover alternativas como cooperativas o espacios de mujeres que hablen con mayor fuerza sobre los movimientos feministas.

 

Photo credit: Pavel Martiarena, TierrActiva Perú

Catarina Bernal Britto, joven ixil de la Asociación de Mujeres Tejedoras Q’Imb’Al, Guatemala

 

¿Cuál crees que fue tu mayor aprendizaje en este encuentro?

Mi mayor aprendizaje fue cuando todos hicimos un cuerpo y dijimos que ese cuerpo es como nuestro planeta y hay muchas amenazas, pero nosotras mismas tenemos que hacer el cambio y debemos de cuidar a la Madre Tierra.

 

¿Qué acciones desde las mujeres jóvenes mayas ixiles están llevando a cabo en las comunidades para hacer frente a la emergencia climática?

Nosotras como mujeres jóvenes mayas ixiles estamos concientizando sobre el cuidado del medio ambiente para combatir el cambio climático y cómo seguir cultivando a partir de las semillas ancestrales que nos identifican como pueblo. Estamos alentando a que dejen de consumir comidas enlatadas que nos proponen las grandes industrias o proponer la reducción del uso de bolsas plásticas. Frente a las prácticas extractivistas en la región ixil (principalmente la hidroeléctrica y la tala de árboles para la comercialización), nuestra respuesta es la organización territorial para la reforestación. 

 


“Aby Yala significa tierra madura, tierra de sangre que se compone de “Aby” que quiere decir sangre y “Ala” que es como un espacio, un territorio, que viene de la Madre Grande.  Símbolo de identidad y de respeto por la tierra que habitamos…” 

“La Pachamama proviene de las voces quechuas Pacha-Tierra y Manka-Olla. Por lo que su significado sería olla de tierra, aunque cabe precisar que en lengua aimara significa comida de la tierra.”

— Luz Marina Valle


 

Photo credit: Pavel Martiarena, TierrActiva Perú

Luz Marina Valle, mujer campesina, ingeniera en gerencia agropecuaria de la Fundación Entre Mujeres -FEM, Nicaragua

 

Después de haber participado en el Encuentro de Mujeres y Biodiversidad y el III CAPLAC en Perú ¿Cuál ha sido tu mayor aprendizaje a nivel personal y organizativo?

El haber compartido experiencias exitosas con otras mujeres latinoamericanas y caribeñas, especialmente aquellas comprometidas con los territorios y el patrimonio biocultural. El darme la oportunidad de reflexionar sobre que necesitamos construir un nuevo enfoque holístico de conservación, que incorpore una perspectiva de género transformadora e interseccional como parte del planteamiento germinal de cualquier proyecto o estrategia de conservación, siendo la voz y experiencia de las mujeres una parte de su esencia teórica y material.

Me aportó traer mayores elementos y así contribuir al trabajo que realizamos en la organización con las mujeres campesinas, específicamente en nuestra apuesta como FEM por la agroecología y la justicia ambiental. Fue interesante participar y compartir con otras mujeres nuestras demandas desde una mirada feminista, agroecológica y de conservación y, por ende, transformadora e interseccional.

El evento me dio los elementos necesarios para aterrizar una estrategia global al plano territorial y el cómo vincularnos en los espacios en red, de tal manera que nuestro trabajo no se vea como un esfuerzo aislado por el rescate de la identidad y el arraigo campesino, sino que implica posicionarnos políticamente contra el sistema de dominación capitalista, colonialista y patriarcal, y emanciparnos de todas las formas de opresión, entre ellas la de género y a proponer acciones que tienen que ver con la restauración de los suelos, de los bosques, de los saberes ancestrales y con la recuperación de las fuentes de agua.

 

Uno de los compromisos que adquiriste fue el de compartir el manifiesto conjunto de Mujeres y Biodiversidad y conseguir que otras organizaciones de mujeres y defensoras ambientales se sumen. ¿Crees que es fácil articularse a nivel de América Latina y el Caribe?

La articulación con otras organizaciones de mujeres y defensoras ambientales es posible para sumar esfuerzos, siempre y cuando compartamos miradas y le apostemos a procesos de cambio que sostengan la vida. Vemos la viabilidad de hacer alianzas con organizaciones que comparten luchas, ideologías y apuestas que aceptan la biodiversidad ecológica y sociocultural y la diversidad de conocimientos que se aparten de la ideología científica dominante e incorporen los conocimientos y las técnicas de cultivo ancestrales.

 

¿Cuáles son los siguientes pasos? 

Seguir difundiendo en redes y en organizaciones locales el trabajo –que se realizó en el encuentro– de construir colectivamente una agenda de mujeres en conservación y que concluyó con la Declaración de Mujeres en Conservación como herramientas para alcanzar la equidad de género. Seguir promoviendo espacios y encuentros con organizaciones que puedan compartir su quehacer y el impacto real en la vida de las mujeres y a nivel territorial, que puedan compartir experiencias de luchas en común para sumar esfuerzos.

 

La forestería análoga, el rescate de semillas ancestrales y el método bio-intensivo son algunas de las alternativas frente a la crisis climática que estamos viviendo y es parte del trabajo que viene articulando la FEM desde hace tiempo. ¿Conociste otras prácticas diferentes?

La experiencia fue muy fructífera porque nos permitió compartir lo que estamos haciendo a nivel territorial como alternativas climáticas, poniendo en evidencia la necesidad de una nueva narrativa y práctica que identifique con claridad los rostros de las personas y que incorpore elementos como la empatía, la afectividad y el cuidado; que reconozca el valor del trabajo cotidiano en la conservación y las iniciativas de abajo hacia arriba, y que conecte a las personas con la tierra y con nosotras mismas.

Hay una variedad de prácticas que se están llevando a cabo, como el sistema de milpa en los huertos de bosque, las zanjas de infiltración, la producción de forraje para ganado, los sistemas silvopastoriles, hidrográficos, terrazas individuales para cultivos arbóreos, siembra de cobertura viva en cultivos perennes, la permacultura y los sistemas hidropónicos, como ejemplos concretos.

 

Parte de su trabajo está dentro de áreas protegidas. ¿Hubo algún espacio en el encuentro en donde poder analizar y visibilizar el quehacer de las mujeres en la conservación y protección? ¿Cómo se pueden aterrizar algunas de esas prácticas en lo local, en su trabajo cotidiano como FEM?

Visibilizando nuestro aporte a la economía de los países y el papel relevante que desempeñamos las mujeres en la conservación, sobre todo quienes trabajamos a nivel comunitario. Es importante no perder el vínculo entre las prácticas de conservación de suelo, agua, bosque y vida silvestre de las acciones de incidencia política.

 

En pocas palabras, ¿qué sentimiento resume lo que viviste?

Me siento con un espíritu optimista, en la búsqueda de un mundo mejor, más humano para alcanzar la justicia social, ambiental y económica para todos los seres vivos del planeta.

 

 

Photo credit: Pavel Martiarena, TierrActiva Perú

María Raquel Vásquez de la Asociación de Mujeres Madre Tierra, Guatemala

 

Estuviste presente en la sesión de cierre del III CAPLAC compartiendo con otras mujeres de América Latina. Desde entonces ¿tus demandas como mujer indígena y defensora de la tierra siguen siendo las mismas?

Sí, aunque de las participantes (la mayoría) se dedican a la conservación, durante las discusiones se profundizó en integrar la conservación desde la perspectiva de lo cultural, ambiental y los conocimientos ancestrales de las comunidades originarias. Estamos conscientes de que es necesario fortalecer esos lazos entre mujeres para que todas las demandas sean defendidas en todos los espacios, como los derechos de las mujeres, jóvenes y de las niñas, y reconocer el esfuerzo tan grande que estamos haciendo por la conservación de la naturaleza y la generación de conocimiento desde distintos ámbitos, y la importancia de vivir libres de violencia.

 

Ustedes, como Madre Tierra participan de otros espacios a nivel nacional para la reducción de riesgos climáticos y para la aprobación de una ley de desarrollo económico para las mujeres, que las reconozca como sujetas políticas y como propietarias de la tierra. ¿En América Latina y el Caribe crees que las agendas son similares o hay diferencias regionales?

Me he dado cuenta que, aunque enfrentamos los mismos problemas, necesidades e incluso coincidimos en algunas estrategias, uno de los sentimientos más sentidos es la lucha por el acceso a la tierra y aún sigue siendo un problema muy poco resuelto en todos los países en contraste con los grandes esfuerzos que venimos haciendo las mujeres por avanzar en la producción agroecológica, en la conservación y recuperación de suelos, y la defensa del territorio. Estas demandas son más sentidas en las mujeres indígenas y campesinas.

 

Su lucha se centra en la generación de conciencia y sensibilización en las comunidades, apostando y demostrando que el cambio es posible mediante alternativas agro-ecológicas contra el monocultivo de caña, palma, piña y banano. ¿Conociste otras estrategias de conservación que puedan adaptar a su contexto?

Sí, existen múltiples estrategias, aunque los contextos son diferentes para muchas mujeres y regiones e incluso las políticas de desarrollo varían en cada país. Nosotras estamos apostando a una sensibilización que involucra a toda la comunidad, centrada principalmente en la población más joven como el grupo de “jóvenes eco-promotoras/es”, mediante el rescate de los saberes y de los conocimientos ancestrales como parte nuestra historia. Con este trabajo de incidencia se ha logrado que estos temas formen parte de la currícula de estudios en los niveles de Primaria, Básico y Bachillerato. Me doy cuenta de que las luchas de nosotras, las mujeres son similares y las libramos desde los espacios donde nos encontramos. Las académicas lo hacen desde la academia, mientras que las mujeres rurales e indígenas lo hacen desde su espacio, pero lo importante es cómo juntamos todos esos saberes para fortalecer lo que ya hacemos cada una y elevarlo a los tomadores de decisión.