Las mujeres que defienden la vida en medio de las llamas en el Bosque Chiquitano de Bolivia


En 2019, Bolivia sufrió uno de los incendios forestales más grandes de su historia, como resultado  en solo dos meses, se destruyó el 10 por ciento de sus áreas boscosas. El Bosque Seco Chiquitano, el más grande de los pocos ecosistemas de bosque seco que quedan en el mundo, perdió 1.4 millones de hectáreas o el 12 por ciento de su superficie forestal.

Las comunidades indígenas de la Chiquitanía fueron afectadas por algunos de los incendios más feroces, de manera que el aire se enrareció por el humo durante varias semanas y las cenizas contaminaron los arroyos de los que dependen dichas comunidades. Sin otra fuente de agua a la que recurrir, las poblaciones se han visto obligadas desde entonces a beber esta agua, la que junto con el humo ha provocado brotes de conjuntivitis, infecciones, problemas digestivos y respiratorios. El fuego también cobró la vida de cientos de especies de plantas y animales, muchos de los cuales no se encuentran en ningún otro lugar del mundo.

La escasez de agua que azota las comunidades del Bosque Chiquitano ha sido agravada por el impacto combinado del ciclo meteorológico de El Niño, la mala gestión del agua y el cambio climático. En el 2016, Bolivia se declaró en estado de emergencia luego de que la peor sequía en 25 años afectara casi la mitad del país y provocara pérdidas de cultivos y ganado.

En un territorio que ya estaba marcado por la sequía, los riachuelos y las lagunas eran parte fundamental de la vida diaria de cientos de mujeres indígenas locales, quienes utilizan el agua para trabajar la tierra, cuidar su ganado y administrar su hogar — de hecho, los incendios han aumentado la carga de trabajo de cuidado de las mujeres ya que las tareas continúan recayendo únicamente sobre ellas en lugar de ser compartidas con los hombres de las comunidades.

Una mujer de la comunidad dijo: “Nos ha afectado a nosotras las mujeres porque [. . .] recogíamos los granos y los vendíamos para nuestra subsistencia diaria. Se sacaba la leche para vender, para hacer nuestros quesos. Con la quema de los pastizales , ya no hubo más leche, no hubo para vender para la subsistencia diaria; el agua por ejemplo, ya no podíamos ir a bañarnos como antes o lavar la ropa en el riachuelo.”

Los incendios fueron en gran parte el resultado de quemas intencionales para convertir los bosques en campos de pastoreo y tierras de cultivo de soya y biocombustibles y campos de pastoreo cuyos productos son exportados a China. En julio del 2019, en su esfuerzo por expandir la superficie agrícola de Bolivia de 3 a 13 millones de hectáreas para el año 2025, el gobierno de Evo Morales realizó una serie de cambios de políticas (Ley 741 y Decreto Supremo 3973) que benefician a la agroindustria al impulsar la expansión agrícola, permitir la producción de biocombustibles, legalizar la deforestación y permitir la quema controlada en tierras privadas y comunales. El mes siguiente, datos satelitales de la NASA mostraron que la presencia de incendios en el departamento de Santa Cruz era aproximadamente tres veces mayor que en años anteriores.

Actualmente Bolivia se encuentra entre los cinco países del mundo con más altas tasas de deforestación y es uno de los países más vulnerables al cambio climático. Los impactos relacionados con el cambio climático—tales como el aumento de las temperaturas, estaciones secas más largas y una mayor escasez de agua—convirtieron el bosque seco en combustible, así que los incendios fueron más intensos que en el pasado. Si se mantienen las tendencias actuales, Bolivia podría perder la mayor parte de sus 50 millones de hectáreas de bosque para el 2050, lo que afectaría la disponibilidad de recursos hídricos.

Ante esta realidad, las mujeres indígenas y sus comunidades han denunciado el papel pasivo del gobierno y  solicitado  respuestas urgentes ante sus problemas. También iniciaron acciones y demandas colectivas como  incluir asuntos de género y de salud en los órdenes del día de las reuniones comunitarias. Una integrante de la comunidad dijo: “Las mujeres empezamos a limpiar el riachuelo y la vertiente, a sacar los restos de cenizas y  los pastizales que están quemados.  Hemos organizado y colaborado entre mujeres:  si una tiene una cosa, cambia con la otra para la subsistencia diaria. También nos hemos organizado para reclamar al municipio departamental y nacional, que nos lleven algunos granos. Nos han apoyado, pero muy poco.”

Las mujeres exigen a sus autoridades municipales y nacionales:

  • Políticas públicas dirigidas a frenar la quema indiscriminada de bosques por parte de actores poderosos como los agroindustrialistas y que los diferencien de los pequeños productores que practican la quema controlada.
  • Un plan operativo anual que invierta recursos en planes comunitarios de captación de agua y reforestación.
  • Igualdad de derechos para las mujeres.
  • Apoyo a las voces e iniciativas de mujeres que llevan a cabo proyectos productivos con agua, yuca, artesanías, etc., que se han vuelto imposibles de realizar por la escasez y contaminación del agua.
  • Reforestación que respete las plantas endémicas y la cultura indígena chiquitana, de manera que las mujeres chiquitanas pueden seguir usando el bosque con fines medicinales.

 

Las mujeres de la Chiquitanía son apoyadas por el Colectivo Casa y el Fondo Apthapi, que son parte de la red GAGGA .


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